Impredecible
El Goggon es una criatura nacida del hielo y la piedra, habitante de climas de altura. Tiene forma de un lobo de seis patas. Sus extremidades inferiores no tienes cabello pero si escamas. Escamas muy parecidas a las de una serpiente pero estas no hacen que la superficie del ser sea plana sino accidentada y rugosa, terminando en tres dedos con forma de pico con una posición triangular que le permite hundirse en la roca y escarbar para crear sus nidos o incluso sus trampas.
Posee tres ojos de un color verdoso. Dos de ellos situados
como todos los animales terrestres de Albusaum, en paralelo al cráneo. El
tercer ojo permanece oculto bajo las escamas de su frente. Un largo cuello protegido
por más escamas, todas ellas sin una sujeción demasiado fuerte para permitir que
el cuello se mueva libremente.
En la barbilla y debajo de esta hay músculos flexibles
y resistentes pero es una de las pocas zonas desprotegidas por escamas. El lomo posee dos placas de hueso y músculo que puede emplear como escudo o como
ataque si le es preciso.
La cola formada por un largo conjunto de escamas cortantes sin
orden, acabada en punta.
Este ser es una verdadera arma de matar. Casi se podría considerar el mayor asesino que no posee magia, de todo el mundo de Zión.
El ser no se había movido cuando su portón se abrió. Thar
desenvainó con una gran agilidad su hacha. Ur no hizo nada.
El animal estaba recogido sobre si mismo dentro de su celda. Lo único que
se podía observar de aquel ser eran sus dos ojos verdes, brillantes, ante la
penumbra que le provocaba el techo de su encierro.
El animal clavó sus ojos en Ur y se irguió. Primero las
patas traseras y después de un salto las cuatro delanteras. El Goggon se giró y
se colocó cara a cara mirando a la pareja de cazadores, luego se acercó
lentamente clavando sus patas en la arena. Cuando salió de su celda el portón
inició su proceso de cierre.
Gritos de las gradas indicaban que el espectáculo
comenzaba.
El animal no se movió ni hizo nada, solamente apartó su
cola para que no se la aprisionase la enorme puerta al cerrar después siguió
con la vista el recorrido de los engranajes sobresalientes de la pared hasta
que se detuvieron.
Aburrido de ver los extraños inventos humanos, volvió junto
a sus dos nuevos juguetes. Centrándose sobre todo en Ur…
Un rugido ensordecedor salió de la garganta de la
alimaña, después empezó a andar mansamente alrededor de la pareja de cazadores.
Ur observaba atento los ojos del ser…
- ¡Ur! ¡¿Que hago?! Me muevo o te dejo solo ¡Despierta!
- gritó Thar.
- Entretenlo - dijo Ur mientras corría en dirección
contraria al Goggon.
Cuando el animal vio correr a Ur, signo de debilidad.
Comenzó a perseguirlo. La trayectoria del animal tendría que pasar por encima
de Thar así que en el último segundo el Goggon juntó las patas y dio un salto a
la derecha del Titán.
El animal lo esquivó y siguió corriendo en pos de Ur pero
algo le hizo reducir su velocidad drásticamente.
Algo le tiraba de la cola.
Algo le frenaba. El animal hecho una furia se giró para
ver como Thar sujetaba su cola con una sola mano mientras que con la otra
levantaba el hacha. Los ojos del animal se encendieron suponiendo lo que el
cazador pretendía hacer, así que, un
rugido y empujó a Thar con la cabeza. Soltándole la cola el Titán salió volando
con el golpe.
- ¡Ah! ¡Ya casi saboreaba tu colita a la parrilla! -
dijo Thar burlándose del animal mientras se reponía del golpe.
El Goggon volvió a soltar un rugido que Thar repitió
como pudo para intentar desviar su atención ya que aún tenía en mente a Ur.
El cazador corrió hacia el ser que debía medir unos
cuatro metros de altura. El Goggon se giró sobre sus patas y estrelló su cola
contra la coraza de Thar. Cuando el ser notó que había golpeado con éxito corrió
a donde debía haber caído su presa pero no la vio. Nervioso, el Goggon se giró
sobre si mismo pero seguía sin ver a Thar. Lo buscó con la mirada pero no
encontró lo que buscaba. En un descuido del cazador el Goggon pudo ver la
pierna del humano tendida desde cola. El cazador solo podía agarrarse de la
extremidad del Goggon con los brazos y no pudo encoger las piernas para que el
animal no le viera.
El ser intentó morder a Thar pero en vano. El humano
seguía agarrado la cola del ser y si por el fuera, no la soltaría nunca. Esperaba
que Ur terminase pronto lo que estuviera haciendo…
El Titán se colocó a duras penas el hacha en los
encajes de su espalda, y después empezó a trepar por el lomo del animal. El Goggon
supo que su seguridad peligraba así que empezó a saltar e inclinarse para tirar
a su nuevo parásito.
Cuando el cazador hubo llegado al lomo se colocó de
rodillas y desenvainó su hacha con suma rapidez. La levantó dispuesto a asestarle
un buen golpe pero perdió el equilibro cuando el Goggon se tiró a propósito
contra el suelo aplantando al pobre Thar contra la Arena.
Una vez que el animal se levantó miró a su presa
indefensa y tirada en el suelo y mordió duramente una de sus piernas, mientras
lo agitaba la vista de Thar se nublaba por momento. La sangre le empezaba a
subir a la cabeza.
El cazador sabía que solo había dos opciones; o hacer
algo ahora o perder la pierna en breves instantes. El Titán cogió y asió la
colosal hacha en un último intento para liberarse del ser y dio de lleno en la
mandíbula del animal. Saltaron piezas dentales del ser al igual que encías pero
Thar no había controlado bien la dirección del hacha y se dio también a si
mismo. Calló al suelo sangrando por la pierna y el Goggon se echó atrás
gimiendo.
El Titán se dijo a si mismo que había sido un imbécil.
Ahora sin apoyo en la pierna izquierda no podía mover bien el hacha y eso solo
significaba que el Goggon se divertiría con él… ¿Era este el final de un
legendario cazador? ¿Debía morir así? ¿Herido por su propia arma? ¿Delante de
todos aquellos que le admiraban? y lo peor ¿Dejaría a su compañero Ur solo ante
el Goggon? A Thar le rondó una sola respuesta para todas sus preguntas y era
“No”
El cazador se colocó el hacha como pudo en la espalda y
apoyándose en sus manos se puso de rodillas con un dolor indescriptible. Colocó
la pierna en la arena, la derecha, en unos segundos de terror pensó que si la
pierna sana le había provocado tanto dolor la pierna herida… pero no siguió
pensando y levantó la segunda pierna. Thar no pudo evitar soltar un grito de
dolor que silenció a toda la grada entonces dio un paso y otro, poco a poco, se
estaba alejando de los quejidos del animal que sangraba a borbotones.
Thar buscaba a Ur con la vista pero un lado de su ojo
derecho solo veía rojo. No consiguió encontrar a Ur ya que tuvo que darse la
vuelta para ver como el animal corría con la boca desencajada hacia él.
El miedo le paralizó. Por primera vez, estaba temiendo
por su vida… El Goggon estaba tan solo unos metros cuando giró de repente la
cabeza parando en seco. Algo le había llamado la atención, una piedra le había
golpeado la cabeza y el Goggon corría hacia su lanzador.
Ur no se movió del sitio a pesar de los gritos de Thar
para que este corriese, ni las llamadas de Thar, ni las de sus amigos que veían
como su querido Ur iba a morir despedazado.
A pocos metros de que llegase el Goggon a su posición.
El sabio cazador dio un golpe de brazo para encenderla y levantarla. El animal
se paró en seco y siguió con los ojos a la brillante e hipnotizadora antorcha.
Se olvidó de sus heridas, solo miraba la antorcha.
- Te gusta ¿Verdad? La quieres ¿Si? Bien ¡Vete a por
ella! - gritó Ur al tiempo que lanzaba la antorcha a una zona no muy lejos de
allí.
El Goggon siguió la antorcha y como Ur sospechaba el
ser gritó. Se liberó del trance hipnotizador del fuego para ver como había
caído en una trampa. Un cepo de picos colocada bajo la arena que se accionaba
con un gran peso. La trampa hundió los pies del animal en el suelo y unas redes
se activaron cerrándolo por encima. El animal soltaba gritos de furia mientras Ur
corría hacia su herido amigo. Cuando hubo llegado se asustó. Thar tenía las
placas de su armadura intactas, pero incrustadas en la carne de la pierna, Esas
escamas servían para protegerle pero estaban jugando como un arma de doble
filo.
- Pensé que te iba a matar - dijo Thar abrazando a su
compañero.
- Ya soy mayorcito para cuidar de mi - dijo Ur oyendo
los continuos gritos del Goggon.
- No puedo moverme, tienes que rematarlo tú - se
explicó Thar.
- Mi arma no puede hacer eso y tu hacha, solo puedes
manejarla tú, te llevaré y tú harás el resto dijo Ur.
- no voy a… - dijo Thar pero se calló para aguantar el
dolor.
Ur estaba levantando a Thar por el hombro. Los dos
cazadores paso a paso se acercaron al Goggon que seguía retorciéndose
intentando soltarse. El Titán ya estaba a unas decenas de metros para cuando el
animal se soltó. Ur se sorprendió ya que no contaba con ello. El Goggon se
irguió levantando arena y creando una niebla espesa. Soltó un grito más y
corrió hacia la pareja de cazadores.
- No te muevas - dijo Thar.
Ur titubeó pero no se movió. El Goggon estaba corriendo
y en unos segundos ya no estarían vivos. El animal extendió el cuello y apretó
las mandíbulas provocándose más dolor y un reguero de sangre pero no le
importó; solo deseaba matar a sus captores.
Entonces Thar dejó descansada su mano derecha y
agarrando con tenacidad su hacha. La volcó hacia atrás y la movió con toda su
fuerza hacia delante soltando su hacha a escasos seis metros del ser.
El hacha no se clavó como Thar esperaba sino que pasó
de largo… parecía como si no le hubiese rozado pero el Goggon intentó soltar un
ultimo rugido pero ni consiguió hacerlo ya que el hacha ciertamente no se paró
ya que atravesó el cráneo y una parte del lomo del Goggon para seguir su
hondonada como si nada hubiera por medio.
Cuando el Goggon se desplomó inerte la grada entera
saltó de emoción y lanzaron vítores a los dos cazadores momentos después. Las
gradas pronunciaban el nombre de Thar, todas a una. Cuando Ur ayudando a su
amigo a caminar se alejaba de la
Arena , por el portón que se abría para permitirles pasar, pudo
escuchar como las gradas vitoreaban también su nombre. Ello le dio ganas de
volver a intentarlo otra vez a pesar de haberse jugado la vida.
Una vez que regresaron a la taberna por una puerta
trasera del edificio que daba directamente a esta, todos sus conocidos y muchos
otros cazadores aplaudieron a Ur y a Thar. Entre todos ayudaron a colocar al
coloso en la mesa.
- Ha sido fantástico Ur y lo mejor fue cuando no te
moviste cuando venía el Goggon, creí que te habías rendido y que te dejarías
matar o algo así - confesó Saraf.
- Si yo también pensé en lo peor cuando observé que no
te movías - dijo Mafi.
- Ha sido genial cuando Thar paró con un solo golpe al
Goggon - dijo Irune.
- Aquí el único al que tenéis que alabar es a Ur, sin
el yo… yo ya ni estaría aquí ahora - dijo Thar, con tono deprimido.
- ¿Qué? ¿Me dices que si fuera yo solo habría conseguido
algo? - dijo Ur.
- ¿Ya lo has demostrado no? Me has salvado y engañaste
por completo a esa bestia.
- ¿Y? Jajaja tu aguantaste las mandíbulas de un Goggon
y lo partiste en dos por completo con una sola mano y pudiste levantarte
después de lo de la pierna. Nadie habría podido hacer eso… ¡Solo tú! Aquí has
sido tu quien me ha salvado.
- Jejeje puede que tengas razón - dijo Thar rascándose
la cabeza después de sacarse el casco.
- Pues claro que si – animó Ur a su amigo.
Durante media hora, reconmemoraron los instantes de la
batalla y rieron y comieron.
- Ha sido una batalla memorable - dijo un hombre.
El hombre que acababa de llegar tenía la ropa de un
encargado de la Arena.
- La recompensa - dijo Thar extendiendo la mano.
- Si, aquí tiene todo el dinero, que lo disfrute - dijo
el encargado colocando siete bolsitas encima de la mesa.
Thar cogió seis bolsas y se las lanzó una a una a Ur y
le dijo.
- Tú parte y la de tus amigos, no te importa que me
quede yo un poco ¿verdad? - dijo Thar señalando la séptima bolsita.
- Es tu dinero Thar, es cosa tuya si te lo quieres
quedar incluso todo - avisó el cazador.
- Mis promesas las cumplo siempre y ahora dime ¿Cuándo
vais a empezar la misión vuestra? Tengo que acompañaros.
- No puedes. Estás muy mal herido.
- Voy a ir Ur y ni tú ni nadie va a impedírmelo - cerró
el tema Thar
Ur se aproximó a la gerente de un hostal colindante a
la taberna y pidió unas habitaciones. Solo quedaban 4 habitaciones con dos
camas cada una; Irune y Mafi dormirían en el piso de arriba mientras que Saraf
y Damos en el piso de abajo. En la otra habitación estaban Hipo y Ur y en la última
tuvieron que juntar las dos camas para que Thar durmiera tranquilo.
Costó muchísimo juntarlas pero mucho más conseguir
llevar al Titán hasta allí ya que había bebido demasiado y se había dormido en
la misma mesa de la taberna.
Ven no apareció en todo el día.
Al día siguiente se reunieron a una hora temprana en la
taberna. El Titán había tenido vendada la pierna y con unas cuantas pócimas de Ur
y hierbas curativas se encontraba en un buen estado y la profunda herida ya
había cicatrizado. A pesar de ello aún no podía colocar la armadura en esa zona.
Ur acompañó a los jóvenes de su grupo a la armería. Donde
pensaba gastar todo o casi todo el dinero de La Arena.
La armería era una tienda subterránea donde se vendían
armas. A diferencia de las tiendas donde se compraban ropas normales allí si
que se podía pedir las cosas con más ojo y exactitud.
Ur se acercó al armero. No era humano pero hablaba la
lengua común. Su piel arrugada y verdosa acompañaba su grosera educación con un
ligero toque que era culminado por su maloliente ropa. El enano de colinas no
debía medir más de metro y medio e incluso Hipo le superaba en altura. El enano
debía colocarse en una silla para poder tomar nota en su escritorio.
La armería contaba con una única sala donde también
estaba la fragua, la tienda y los probadores.
El cazador golpeó delicadamente con los dedos el
escritorio lleno de papeles para llamar la atención del enano que miraba
fijamente sus notas.
Unas líneas hechas a carboncillo perfilaban una especie
de mochila con alas artificiales, todo ello rodeado de notas escritas a mano de
las cuales el enano no apartaba la vista.
- Es imposible… - murmuraba el enano.
- Disculpe – llamó el cazador después de que su tanteo
no sirviera para levantar la vista al enano.
- ¿Qué? ¡Qué! ¿No ves que estoy trabajando? – habló
escupiendo el enano.
- Es que… - intentó explicarse Ur.
- ¿Es que qué? – inquirió raudo el armero.
- Necesitamos armas – explicó el cazador señalando a
sus compañeros.
- Ah… clientes… Vale – susurró el anciano cerrando sus
notas y colocándose unos pequeños anteojos que aguardaban a sus manos bajo una
de las pila de papeles - ¿Qué queréis?
- Usted es sabio y supongo que podrá darnos unas armas
adecuadas para estos jóvenes – explicó Ur haciendo que su grupo se acercase.
El enano se levantó en puntillas para ver a Hipo. Sus
ojos le llevaron desde sus botas hasta su cabeza.
- ¿A dónde te piensas llevar a esa pulga? – preguntó el
enano mirando por encima de las gafas al cazador mientras señalaba a Hipo.
- Mira quien fue a hablar – acertó a decir Hipo en su
defensa.
El enano se quedó con la boca semiabierta un rato hasta
que sonrió.
- Me caes bien pequeño. Para ti una de mis mejores
dagas – anotó en un papel el enano.
El armero lo anotó pero
tanteó su escrito con la punta del lápiz hasta que miró al cazador.
- ¿Debo poner el listón de la calidad alto? ¿Tenéis
suficiente dinero?
- Suficiente para anticipar una posible jubilación –
dijo sonriendo Ur.
El enano sonrió dejando ver sus pútridos dientes que
entre la neblina de la fragua quedaban semiocultos. Después se escuchó el
inicio de su risa que fue acompañada por la de Ur hasta que el armero se volvió
para ver a Damos.
- Pareces fuerte… - murmuró el armero.
- Soy fuerte – sentenció con orgullo Damos.
- Una maza entonces… - anotó el armero.
La siguiente fue Mafi que se mantuvo quieta mientras el
enano la miraba.
- Lanza con escudo… - anotó el armero.
- Espada corta – anotó el armero cuando vio a Irune.
Saraf era el último y casi temblando se puso delante
del anciano.
Después de un largo silencio y que la mente del joven
imaginara gloriosas espadas y grandiosos escudos, la voz del enano le dejó muy
decepcionado.
- Ballesta… - se dispuso a anotar el enano para cuando Saraf
se quejó.
- ¿Ballesta? ¿Por qué? ¿No puede ser una espada? –
preguntó el joven indignado.
- No tienes caderas para ser un espadachín – sentenció
el enano.
- ¿Y un mazo?
- ¡Jajaja! No tienes brazos ni para sujetar uno de mis
mazos. Te aplastaría su propio peso.
- ¿Y… una lanza?
- Dudo que tengas agilidad para manejar bien una lanza
- dijo el enano señalándolo por completo – Ballesta.
- Ballesta… - repitió sin mucha alegría Saraf.
Mientras el enano se apartaba mirando su papel de
anotaciones sobre las armas que debía recoger, se alejó entre las pilas de
armas y armaduras de la fragua desapareciendo.
Ur se acercó a Saraf y le puso la mano en el hombro.
- ¿Sabes? Algún día te contaré la historia de cómo el
sacerdote Usgar, mató al dragón Kiaris con una simple ballesta… - le susurró el
cazador a Saraf que sonrió un poco más animado.
El enano volvió con todas las armas. Algo que
sorprendió al grupo ya que desde lejos parecía un montículo de metal con unas
minúsculas piernas que le permitían caminar. El armero enano llevaba sin ningún
problema y con una portentosa fuerza todas las armas que debían pesar juntas
siete veces más que él.
Las tiró no muy delicadamente en el suelo mientras el
grupo recogía cada arma correspondiente. El enano se acercó a Hipo y le entregó
personalmente una daga algo oxidada.
- Esta es un regalo, la he limpiado ahora rápido.
Bueno, es… era la que utilicé yo en mis años mozos cuando cazaba con mis
padres. Yo ya no voy a volver a cazar, pero recuerdo que tenía tus mismas
agallas. Me caes bien pequeño. Guárdala bien. Está hecha de acero draconiano –
dijo el enano alejándose del joven.
Hipo tenía una sonrisa enorme conjuntada con al alegría
que desprendían sus ojos por ese regalo. El armero se paró y zarandeó la pierna
con la que iba a dar el nuevo paso, pero se giró para acercarse otra vez al
joven.
- Esa… no te la cobro. Te la regalo con una condición –
le murmuró al oído el enano.
- ¿Cual? – inquirió Hipo ensimismado con la daga y el
misterio de la condición.
- Úsala y mata con ella a algún draconiano. Seguro que
ahora no puedes… pero con algunos años más y algún que otro centímetro hacia
arriba estarás bien para matar draconianos – dijo el armero sonriendo.
- ¿Porqué draconianos?
El enano perdió la sonrisa y se giró para ir al
escritorio mientras hablaba.
- Ellos masacraron a mi raza… - habló en un suspiro
mientras se subía a su taburete para mirar desde su mesa.
Ur se acercó a la mesa y posó tres bolsitas de Yigas.
- Son quinientos mil yigas – dijo el enano haciendo
cuentas en un papel.
- Hay un millón en cada bolsa. Es el pago por tus
servicios y la daga de acero draconiano – dijo Ur con seriedad.
- ¿Estás seguro de ello? – preguntó el enano mirando a Ur
a la vez que dejaba a un lado sus gafas.
- Esa daga es muy… - comenzó a hablar Ur.
- No, muy… no. Es extremadamente valiosa – explicó el
armero adelantándose al cazador.
- ¿Entonces? – inquirió el cazador sin comprender aquel
regalo.
- No sé… Una corazonada supongo – habló el enano abriendo
otra vez su libro de notas con aquella mochila con alas.
Ur se giró para ver a Hipo.
- ¿Aún seguís aquí? ¡Fuera! Que tengo mucho que hacer y
me estorbáis – les gritó el enano haciendo aspavientos con las manos.
El grupo dejó la armería. El líder del grupo observaba
cómo Hipo miraba aquella daga.
Saraf se le acercó a Ur y le comentó que no sabía como utilizar
la ballesta pero el cazador contestó que ya aprendería. Una vez terminado
aquella curiosa compra volvieron a la taberna. Ven estaba sentado en una de las
mesas, lejos de Thar que aguardaba en la mesa central
- ¿Ya estáis listos? - preguntó Thar
- Si, en unos minutos ya estaremos haciendo alguna
misión de caza - contestó Ur
El jefe de grupo se acercó al tablón de misiones, había
unas cinco. Ur llamó a Hipo y le dijo que buscase una misión; la que más le
gustase. Hipo eligió una que parecía muy antigua.
Juhaen (Avberta)
Xkientio: Dante Fihghasres
Ranjgo:
Ejefado
Oewio: 15.690 Kifas
Kijuion: fuerion un efriti edgas edfi rui kune fuido wa kiju xase deeri juidi li un
efriti hase nuerio mun guamara un kumura ñolia kemia mun un ed vstur ed huio un
Isla Cambiante ed mun jije lio muxhi mocka ed mun Puerta de las Almas.
Fuja 34 daps 12 enno 890
Cuando Hipo eligió la misión, se acercaron todos, y la
leyeron.
- ¡Es imposible! - exclamó Mafi.
- ¿Por qué? - preguntó Ur.
- La fecha. Esta fecha es de más de 200 años pero aquí
dice que la misión no se anuló.
- ¿200 años? ¿Segura? - preguntó Ur.
- Claro, sino léelo tu mismo – explicó Mafi.
- Pues, escojamos otra misión - dijo Ur sin moverse del
sitio.
- Pues entonces esta - dijo Hipo señalando otra.
Juhaen
(Avberta)
Xkientio: Aio Fihasres
Ranjgo: Vsko
Oewio: 5.000 Kifas
Kijuion: Un juhaen mun
Bosque Arenoso jukio esteria klito xeptioro le Makki
Fuja 23 daps 2
enno 1090
- Esta parece más normal, es de este año - dijo Mafi.
- Pues entonces escogemos esta ¿De dónde es? - preguntó
Ur.
- Mmm… del Bosque Arenoso - dijo Saraf.
Ur cogió el papel del tablón y se dirigió a una
dependienta que administraba las misiones.
- Perdone pero quería aceptar esta misión - dijo Ur
dándole el papel.
- De acuerdo, mandaremos una carta al cliente de la
misión para que sepa que ha sido aceptada. Dígame el nombre de cliente… - pidió
la encargada sin dejar de mirar sus notas.
- Lo tiene aquí todo - dijo Ur dando un toque en la
mesa con la mano, en donde estaba el papel.
La dependienta recogió el papel de mala gana y rellenó
ella misma los huecos y demás papeles.
- El transporte saldrá en quince minutos, es en
Gunghjar- dijo de mala gana la dependienta.
- Gracias - respondió Ur alejándose.
Ur se acercó al grupo y repartió algunos objetos que
acababa de sacar de su consigna. Aquellos objetos son los que había pedido a
Malí.
Dio una bolsa con cinturón para guardar el equipamiento
a cada miembro de su grupo incluyendo a Ven. Después entregó algunas pócimas, y
flechas para Saraf.
Una vez terminada aquella distribución, subieron al
techo de la taberna por una escala y permanecieron en una plataforma de madera
encima del edificio en la que estuvieron esperando unos segundos mientras Ur
explicaba cómo subir a un Gunghjar en pleno vuelo.
- Atentos a las cadenas que vendrán. Debéis intentar
correr paralelos a las cadenas y cuando podáis, agarráis una de las cadenas y
rápidamente subís ¿Si? Cuidado y nunca os sujetéis sin estar seguros porque si
os agarráis mal os podrán arrancar la piel del brazo o incluso peor, golpearos
en el pecho o en la cabeza; algo que sería mortal ¡Atentos que ahí viene! -
dijo Ur señalando al águila gigante que se acercaba a ellos volando a pocos
metros del suelo.
Hacia su posición, tal como dijo Ur el águila llevaba
colgando unas decenas de cadenas. Las más largas reventaron trocitos del techo
gastado de la taberna al impactar bruscamente con la superficie. Thar fue el primero
en agarrar una y con la sola ayuda de sus brazos empezó a subir. A continuación
fue Ven, Damos, Saraf, Mafi, Irune… Ur al ver indeciso a Hipo corrió y con un
brazo agarró por la cintura a su joven amigo y saltó del tejado mientras que
con la otra mano libre agarró una de las últimas cadenas.
El cazador ya no tocaba suelo y ayudó a que Hipo
cogiese apoyo y subiera por si solo, inmediatamente subió él.
Arriba, la sala era de la misma forma que la del
anterior viaje de Gunghjar. Ven cogió otra vez uno de los sofás y se acomodó
íntegramente; otro lo cogió Thar y el grupo se sentó cerca de otro libre.
- Haber chicos que a mi no me dio tiempo a leer la
misión así que decidme qué tenemos que hacer - propuso Ur
- Mmm la misión decía que tenemos que matar a un Makki
y entregar su cráneo en la Ciudad
6 a un tal Ayo Fizares. La recompensa de la misión es de solo 5.000 Yigas, y
tenemos que conseguirlo antes de diez horas - respondió Mafi
- Vale, cazar a un Makki es realmente fácil. Os diré
una estrategia perfecta para cazarlo…
Con estas últimas palabras Ur les empezó a contar
estrategias para cazar fácilmente en grupo.
En un cuarto de hora, ya estaban cerca del Bosque
Arenoso, era un terreno bastante amplio.
Se le llamaba bosque no por los arbustos sino por las
rocas que fueron erosionadas por el viento, formando túneles y hongos de
piedra. Pedruscos que tenían forma y apariencia de esponjas marinas, llenas de
agujeros por los que podían entrar un hombre adulto.
Era el momento y el grupo se preparó para saltar. Mientras
cazaban, debían regresar antes de una hora sino querían que el Gunghjar se
marchase de allí más vacío de lo que vino.
Ur tenía dos pequeños petardos para indicar la orden de
vuelta y que el águila que viajaría por los alrededores volviese a ese punto.
Cuando saltaron, había mucho viento. Una ventisca de
arena tapaba la visibilidad. El cazador encendió una de sus antorchas para facilitar
que los demás le viesen y se reuniesen con él. Se apiñaron todos juntos cerca
de él.
- Debemos entrar en aquellas cuevas esponja. Después ya
veremos como encontraremos el nido de Makki ¿Vale? - gritó Ur entre el ruido de
la tormenta de arena.
Todos corrieron ayudándose unos a otros a conseguir
llegar a las cuevas perforadas en la roca. Cuando llegó Thar que aún cojeaba
Mafi colocó su escudo a modo de tapón para que no entrase el viento ni la
arena. El escudo encajó con un poco de esfuerzo pero al ser grande, protegió
perfectamente.
- ¿Puedes aguantar Mafi? - preguntó preocupado Ur.
- No te preocupes - dijo Mafi sonriendo.
- Bien, según el mapa debemos estar en estas cuevas
esponja. Aquí hay sobre todo murciélagos y algún que otro musshgum. Fijaos
donde pisáis y todo irá bien. He mirado el mapa y donde deberíamos buscar al
Makki es por esta zona - dijo Ur señalando un pequeño valle en el centro del
mapa, donde los vientos no llegaban.
- Pues acabemos con esto rápidamente, se me está
metiendo la arenisca en zonas insospechadas - dijo Thar rascándose
disimuladamente donde no debería delante de mujeres.
Hipo y los demás rieron a grandes carcajadas mientras
que Irune y Mafi apartaban la vista, sonrojadas.
Ur levantó la vista para ver como Ven se alejaba por un
túnel.
- ¡HEY! ¡Por ahí no es! - dijo Ur señalando el camino
correcto.
- Ir por ahí si queréis pero yo digo que ahí que ir por
aquí. Thar, ven conmigo. Eres el único que parece sensato en este grupo…
- Jejeje soy el más sensato del grupo haciendo caso a Ur.
Nunca me ha fallado y dudo que falle alguna vez.
Ven intentó volver a irse.
- Ni hablar, estamos todos en esto sino no hubieses
venido - dijo Damos.
- ¡Eso! Tú no te largas de aquí - dijo Irune.
Haciendo caso omiso de las palabras de cada miembro del
grupo e incluso de alguna amenaza de Damos, Ven se alejó de allí por el túnel
que prefería, contrario al de Ur.
- ¿Y ahora que hacemos? - preguntó Mafi.
- Estoy harto de ese tipo, conseguiremos el cráneo antes
que él y nos largaremos - dijo Ur levantándose.
- ¿Le dejamos aquí? - preguntó Thar.
- No, vino con nosotros y se irá con nosotros pero esta
será la ultima misión que haga por lo menos en mi grupo.
- Jejeje sabia que no serias capaz de dejarle aquí,
eres una persona demasiado humilde Ur - dijo Thar sonriendo.
- Demasiado… - dijo para si mismo el cazador enrollando
el mapa y guardándolo.
Ur encendió todas las antorchas que tenían en aquel
momento y se las dio a aquellos que podían llevarla sin problemas para desenvainar como Mafi, Ur, Hipo
y Saraf, el resto iba sin antorchas.
El líder del grupo aconsejó que las llevasen casi a ras
de suelo y que fuesen agachados. Si asustaban a algún Musshgum o a algún
murciélago estos escaparían por la zona superior del túnel y si ellos estaban
agachados no lo harían por entre sus cabezas. El grupo avanzaba lentamente en
fila con Ur delante y de último a Mafi. Protegiendo su retirada de cualquier
animal peligroso.
Siguieron las instrucciones de Ur y en unos minutos llegaron
a la salida de las cuevas; esta estaba en un plano elevado y era un acantilado
al final del túnel que daba una vista a una cuenca casi desértica.
Esta cuenca al contrario que el exterior del valle
poseía una escasa hierba y un pequeño lago donde jugaban una pareja de pequeños
musshgum bajo la atenta y hambrienta mirada de una cría de Makki desde una de
las muchas salidas de los túneles cercanos a la cuenca
- ¡Oh! Hay un lago, estoy sedienta - dijo Irune que se
disponía a bajar para beber, pero Ur la detuvo.
- No, fíjate. Ven tenia razón; este lugar es donde
viven los Makki como yo decía pero esta zona en concreta es donde cazan. Mirad
allí es como un gran cuenco y en el centro están las presas. De estos túneles
salen los Makki a cazar. Salen desde los bordes de la cuenca por estos
pasadizos. Usan los túneles para matar más fácilmente. Debemos salir de aquí
ahora. Volved ¡YA! - dijo Ur empujando suavemente a Saraf que era el miembro
anterior a él.
Mafi era el último miembro de la fila y ahora era quien
debía guiarla por los túneles.
Llevaba el escudo hacia delante y la lanza apuntando
hacia el frente; detrás iba Thar, cojo, pero imponente con su hacha dorada. Seguía
de cerca a Mafi, que a su vez era quien guiaba a sus otros compañeros.
La lancera se paró en un cruce cuando notó una sombra
corriendo a su derecha. Se giró y alumbró hacia esa zona. La oscuridad se
apartó cuando Mafi colocó, apuntando hacia allí, la antorcha. Donde no parecía
que hubiese nada, en realidad había varias docenas de jóvenes Makki con todos
sus brillantes ojos, del tamaño de perros.
Pequeños seres que miraban atentos a su presa. Mafi se
asustó ya que no esperaba verlos de la nada y se le calló la antorcha. Al caer
esta soltó unas pequeñas cenizas y chispas que asustaron a la bandada de
pequeños Makki que corrieron en todas las direcciones escapando por todos los
túneles cercanos; en un segundo donde había casi veinte pequeños ojos brillantes
solo quedaba una antorcha tirada en el suelo, Mafi la recogió rápidamente.
- Mafi ¿Pasó algo? - pregunto Ur.
- ¡Están por todas partes! - dijo Mafi, mirando hacia
atrás.
Cuando Mafi miró hacia delante. Un joven Makki pegó un
grito a escasos metros de la joven cazadora. Que, inexperta, se asustó
considerablemente y dio un golpe seco con la lanza; dando de lleno en la cabeza
del Makki pero no matándolo consiguió que el animal escapara gimiendo.
- ¡Muy bien Mafi! - alabó Thar.
- S-si… gr-gracias - dijo
Mafi sonriendo y mirando la punta de su lanza con unas manchas líquidas de
color rojizo.
- ¡Hay que seguir! - se escuchó desde atrás a Ur.
El grupo siguió avanzando. Golpeando a cualquiera cría
de Makki que aparecía. Mafi no estaba muy dispuesta a luchar así que Thar ocupó
su lugar en la cabeza de la fila.
Los únicos que no pudieron atacar ni estrenar sus armas
fueron Hipo, Saraf y Damos ya que estaban en el centro de la fila y de los
animales ya se encargaban Thar y Mafi y Ur e Irune.
Cuando llegaron al final del túnel. El Titán comprobó
que era un callejón abierto a un acantilado. Apoyó mal el pie y resbaló cuando
quería ver el panorama. Quiso saltar para agarrar la mano que le tendía Mafi
pero le falló la pierna herida y cayó por el precipicio hacia el vacío. La
joven cazadora no se veía el final ya que una niebla lo cubría todo.
Mafi gritó el nombre de su compañero extraviado pero al
no oír respuesta saltó ella también al vacío ante el impactado Saraf.
Una vez abajo, la joven ya no veía mucho más lejos de
cinco metros de distancia, tampoco había nada que ver; solo piedra negra.
Cuando miró a su izquierda, una cría de Makki dio un
salto y le mordió el hombro. Mafi soltó un leve grito y golpeó al animal con su
escudo. Cuando se echó hacia atrás otra cría le mordió la pierna derecha. Se
volvió a girar para entender que había
caído en el propio nido de Makkis.
La neblina le permitió ver a duras penas como una
hilera de crías Makki la rodeaba lentamente. Mafi notó en su espalda la fría
piedra de la pared del precipicio.
Entonces cerró con fuerza su puño izquierdo que
sujetaba el gran escudo. Apretándolo contra su antebrazo, se agachó, casi
rozando el áspero suelo con las rodillas. Seguidamente colocó su cabeza debajo
de una zona del escudo. Quedando como un triangulo levantó lentamente su lanza
mirando fijamente a la niebla. Solo se podían oír los sonidos que provocaban
las continuas y seguidas patas de los Makki, y algún que otro gruñido.
Mafi desvió por un segundo la vista y para cuando
volvió a centrarla observó con horror como un Makki saltaba de entre la niebla
y se abalanzaba sobre el franco que no había escudo. Mafi cerró los ojos y
lanzó una estocada al aire sin ningún rumbo pero pudo notar el golpe en su
lanza. El Makki yacía muerto con el cuello desencajado a unos metros de la
joven.
Mafi se aferró a su arma con más firmeza que antes. Poco
a poco, la joven golpeaba o incluso ensartaba con brusquedad a cualquier cría o
animal que se le acercase.
Momentos después de unos pocos ataques un silencio
inundó la zona, no se oía ni el caminar de los animales al acecho, ni los
pequeños bufidos de aquellos que iban a saltar hacia su presa; ni siquiera se
oía el viento. Ahora estaba sola. Nada hacia ruido en aquel abismo de fría y
negra piedra.
Entonces comprendió que debía volver con los demás pero
que antes debía encontrar a Thar.
Empezaba a temer lo peor, había malgastado diez
preciados minutos en matar a unas estúpidas crías de Makki mientras Thar podría
estar malherido. Siguió el estrecho del desfiladero con cuidado, no podía ver
más allá de sus manos ya que la niebla se volvía cada vez más espesa. Ya no era
niebla, era vapor.
La humedad se aferraba en pegarse a la piel y armaduras
de la joven entorpeciendo su caminar a cada paso. Las piedras se notaban más
sueltas y en varias ocasiones casi pierde el equilibrio.
La malla había protegido de los placajes de las odiosas
crías pero ahora mismo solo era un estorbo y no se podía arriesgar a quitársela
ya que temía encontrarse con más crías Makki o pero aún con un Makki adulto.
Se paró, giró la cabeza hacia donde escuchó la voz de Thar.
Venía de arriba pero arriba no había más que vapor blanco y gris, Mafi se
asustó. No quería dejar a su compañero pero ella no podía hacer nada para
salvarle.
Unos segundos después, la joven se levantó y apuntó con
su lanza al suelo, hacía que su punta rozara las piedras de la superficie, para
poder guiarse como si esta fuera un palo de ciego.
Pronto llegó a una zona donde la niebla no llegaba y
era el inicio de una de las cuevas. Pero esta era una entrada mucho mayor que
las otras posiblemente una guarida. La cazadora entró sigilosamente.
La caverna tenía muchos caminos, ella siguió aquellos
que proporcionaban ventilación. En un cruce, sintió una alegría inmensa al ver
a Thar junto a una antorcha encendida.
La joven corrió hacia donde estaba su compañero, guardó
su lanza en el cinturón de su espalda y comprobó si su amigo tenía alguna
herida. Aparentemente el Titán no tenía otra herida que la que ya se había
hecho en la Arena ,
pero parecía dormido.
Mafi dio unas palmadas en las mejillas del cazador con ánimo
de despertarle. Cuando dio señales de vida suspiró aliviada. El cazador tosió
varias veces e intentó levantarse pero hizo un gesto de dolor con su cara y se
dejó caer en el duro suelo
- ¡¿Estás bien?! - preguntó Mafi empujando difícilmente
al coloso hasta la pared para que se apoyase.
- No lo sé, caí de la cueva y ya no recuerdo más…
- ¿Pero no recuerdas haber llegado aquí? - preguntó
desconcertada Mafi.
- Mmm… no, no recuerdo nada después de haber caída,
solo ver tu cara.
Mafi miró a su alrededor intentando buscar alguna
explicación, horrorizada, miró un cadáver de un animal del tamaño de un jabalí
y pronto comprendió que era la guarida del Makki adulto. También supo que
estaban en peligro.
- ¡Rápido Thar, hay que salir de aquí!
- ¿Qué? - preguntó Thar aún no muy consciente.
- Es la guarida del Makki. Hay que salir de aquí ¡Ya!
Thar miró el cadáver y comprendió. El cazador se ayudó
de la joven para avanzar lentamente hacia la salida del nido. La preocupación
se podía palpar en sus pupilas y la sorpresa se hizo patente cuando tuvieron a
su contrincante delante de sus narices. El enemigo, imponente, hizo un gesto
negativo con la cabeza con la intención de no dejarles salir de allí tan fácilmente…
- Déjanos salir - dijo Mafi.
- Dos cebos son mejor que uno – contestó volviendo a
negar.
- Aparta sino quieres que te deje sin cabeza - gritó Thar.
- Jejeje tranquilo viejo, ahora mismo no tienes ni
fuerza para levantar una piedra, no deberías alterarte mucho.
- ¡¿Pero que dices?! - la voz de la cazadora tenía un
aparente nerviosismo – ¡Es la guarida del Makki!
- De aquí no sale nadie.
- ¡Escúchame Ven, o nos dejas pasar o te juro que te
arranco la cabeza con mis propias manos! - amenazó Thar.
- Jejeje dudo que llegues a tocarme por dos cosas. La
primera es que soy mejor que tú en todo y la segundo es que con el veneno que
tienes en tus venas, no duraras mucho – explicó Ven levantando el mentón bajo
su capucha.
- ¿Ve-veneno? - la voz de Thar se rompió perdiendo su
normal tono de imponencia.
- Jejeje… Si, y menos mal que tuve la suerte de que
llevas una zona sin armadura sino me habría sido imposible penetrar en ese
armazón tuyo.
- Mi pierna… - dijo Thar mirando su extremidad vendada
pero sin armadura.
- ¿Por qué lo has hecho? - preguntó Mafi, atónita.
- Jejeje aún no has caído ¿Verdad? Yo soy el que todos
llaman Desertor y pronto liberaré a todas los Dioses. Os he utilizado para
llegar de un modo desapercibido a Men-Shomn. Os lo agradezco pero esto no acaba
aquí. Necesito que muráis. Y por lo tanto, he envenenado al único que podría
defenderos de las bestias que pueblan los desiertos fuera del Bosque Arenoso.
Con Thar moribundo solo seréis pasto de las Serpientes de Arena – decía Ven
dando un paso atrás – Pero aún me queda un ínfimo detalle. Salir de aquí.
- Por mí te puedes pudrir aquí con nosotros – escupió Thar.
- Jajaja. Es una buena opción pero mataré dos pájaros
de un tiro. Tu vida me servirá de
salvoconducto para que Ur me dé la salida a este desierto.
- Eres un desalmado - dijo Mafi.
- Tranquila chiquilla, no me voy a deshacer de vosotros
dos ahora, aún me serviréis y de mucho. Escúchame atentamente. Quieres salvar a
tu compañero ¿verdad? - dijo Ven frotándose las manos.
- ¡Claro que si!
- Vale, pues olvidaras esta conversación en absoluto.
Tú no me has visto y a Thar lo encontraste aquí tirado. Llevó un golpe en la
cabeza y por ello se encuentra bastante mal. Tú chiquilla irás con Ur quiero
que le digas que se reúna conmigo solo en el mismo sitio donde bajamos del
Gunghjar. Me da igual como pero díselo si quieres el antídoto. Mientras tanto
yo esperare con el medio muerto en donde quedamos.
Mafi dudó y miró a Thar unos segundos…
- ¡Mira chiquilla, te estoy dando una oportunidad! ¡¡O
haces lo que te digo o mato a tu compañero a ti y a todos los demás!!
- ¡Vale! Haré lo que me pides – dijo Mafi dejando a Thar
en el suelo.
- Bien, los demás están al Este, buscándoos, vete tu
chiquilla, diles que te extraviaste, que me encontraste con Thar, que el grandullón
está herido, que vayan lo antes posible al punto de regreso, ¡rápido!
Mafi miró a Thar ya inconsciente por el veneno y miró a
Ven con una de las peores miradas que pudo dirigir a alguien en su vida.
Después corrió en la dirección que el Desertor le indicó; sorteó la caverna, y
llegó al valle donde unos pocos árboles cubiertos de cenizas se hallaban en el
centro. Alrededor algún lago enano y alguna piedra.
Había unos pocos animales que se alimentaban de la
pequeña hierba que aparecían al pie del árbol. Mafi elevó la mirada y pudo ver
algo inconfundible. El arma de Saraf; la ballesta, situada en la espalda de su
amigo entraba en otra caverna al otro lado del valle
La joven gritó el nombre de su compañero creyendo que
no la había oído corrió hacia donde se habían dirigido pero a mitad del valle Saraf
salió de la caverna y miró a Mafi. El ballestero se giró y llamó al resto que
estaba ya dentro de la caverna. Más tarde de que Saraf saliera para abrazar a
Mafi el resto salió de la caverna corriendo; Damos, Hipo y después Irune y de
ultimo Ur.
- ¡¿Donde estabas Mafi?! - preguntó Saraf.
- Nos preocupaste mucho - dijo Hipo.
- Que susto nos diste cuando resbalaste - dijo Irune.
- ¿Y Thar? - preguntó Ur.
La alegría de Mafi se hundió. No sabía que decir ¿Debía
confesar todo lo que vio, incluido lo de Ven? ¿Debería seguirle el juego a Ven?
¿Y si fallaba y Ven le mintió?
- Estaba con Ven. Ven estaba… cuidándole, dijo que… volviésemos
al punto de llegada y que Thar necesitaba atención. Que… que nos diésemos prisa.
- ¿Qué? ¿Atención? ¿Por qué, que le ocurre? - preguntó Ur.
- ¡No lo sé! Pero que vallamos lo antes posible.
- Vamos, por aquí - dijo Ur avanzando hacia una de las
cavernas.
En pocos minutos llegaron a la roca espuma donde se
habían reunido al inicio de la misión y desde allí observaron como la tormenta
de arena seguía sin permitir ver mucho. Al final del desierto casi en el
horizonte en una de las dunas se podía advertir una sombra de un hombre con
capa. A sus pies un bulto enorme.
- Esperad aquí - dijo Ur.
- No - se negó Mafi.
- ¿Qué? Quedaos aquí, esto no me gusta – exigió Ur.
- Ten cuidado. Por todas las Siluetas, Ur, ten cuidado.
Ur frunció el ceño extrañado y soltó el seguro de su
espada por si la llegaba a necesitar. Salió de la cueva esponja y el viento
arenoso le golpeó bruscamente la cara Ur levantó su brazo izquierdo para
protegerse mientras avanzaba a su encuentro.
Una vez se hubo colocado cerca de aquel hombre Ur
observó que era Ven. Solo por su ropa de un color lila brillante y por la capucha
que le tapaba la cara. El cazador no advirtió la presencia de Thar ya que
estaba cubierto por parte de la capa del asesino.
- ¿Ven?
- Hola Ur.
- ¿Que haces? Mafi me dijo que te buscásemos que Thar
necesitaba nuestra ayuda.
- Ah si jejeje entonces hizo un buen trabajo.
- ¿Trabajo?
- Jejeje ¿Has oído hablar del Desertor?
- Si, lo suficiente como para pensar que eres tu.
- Vaya, el viejo no es tan estúpido como parece pero
estúpido de todos modos. Si me hubieras dejado en la ciudad no habría pasado
esto.
- En la ciudad, Hipo me preguntó si tú vendrías con
nosotros. Me dijo que los demás no se fiaban de ti pero que a Hipo tú sí le
caías bien porque le recordabas a su padre. Por ello estás aquí; por que Hipo
lo quería y mis promesas siempre las cumplo. Además no estaba completamente
seguro de que fueras tú el Desertor. Había oído que estabas en Alakia y no en
las tierras de Altusaum.
- Se me da bien ir de un sitio a otro…
- Si, como pobre cobarde que eres – dijo escupiendo Ur.
- JAJAJA… Eso lo dices ahora, pero cambiaras de idea
pronto.
- ¿Por qué debo cambiar de id….? - Ur calló al ver el cuerpo sin armadura y muerto de su compañero Thar.
Ur abrió los ojos de par en par se agachó sobre su
compañero que estaba ya casi cubierto de arena por la gran tormenta que se
formaba a su alrededor. El cazador se quitó la armadura del pecho que era una
sola placa y se la colocó debajo de la espalda de su compañero con la intención
de que no se hundiera más en la arena. Inmediatamente se levantó y desenvainó
su espada.
- No… Aún no está muerto, pero si me haces algo lo
estará – dijo Ven señalando a Thar.
- Explícate - gritó Ur encolerizado.
- El veneno amigo mío, morirá en breve si no le das mi
antídoto.
Por unos segundos interminables solo se podía oír el
sonido de la tormenta de arena.
- ¿Qué quieres? - dijo Ur con la cabeza gacha.
- La señal. Yo voy a salir de aquí con mi tesoro pero
vosotros no - dijo mientras señalaba la armadura y arma de Thar que llevaba a
la espalda
Ur dudó por unos instantes pero al final cogió uno de
los petardos que señalizaban dónde el Gunghjar debía recoger al grupo y se lo
lanzó a Ven. El asesino lo agarró y lo partió por la mitad.
- ¡No soy imbécil!
- ¿Qué
haces? - preguntó Ur atónito mirando los restos del petardo inservible.
- Sé
perfectamente que tienes dos. El que ves en el suelo es el tuyo jejeje el bueno
que tienes guardado es el mío; dámelo
- Primero
el antídoto - tentó Ur
- No
juegues conmigo viejo. Podría mataros a todos ahora mismo
Ur a regañadientes
sacó el petardo, era el último que le quedaba pero lo agarró con las dos manos
enseñándoselo a Ven.
- Dame el
antídoto o tu querido petardo ya no será efectivo - amenazó Ur con romperlo.
- Jejeje si
lo haces tú no podrás salir de aquí.
- Y si te
lo diese ¿Saldría? No. Así que no pierdo nada - sonrió el cazador.
- Pierdes
tu vida ¡Imbécil! Te matare como no me lo des – dijo Ven olvidando que tenía de
rehén a Thar.
- Te lo
daré pero antes el antídoto - extendió la mano el cazador.
- Jejeje
mientras hablamos tu querido amigo está ya agonizando.
Ur miró con
miedo el rostro de su compañero que ya estaba pálido como el color que acompaña
a la muerte. El único signo de vida eran los continuos pestañeos cansados
contra la tormenta de arena.
- Deja el
antídoto en el suelo y yo dejare mi señalizador - propuso Ur
Ven sacó de
su bolsa un bote pequeñito de color verde intenso y lo tiró en el suelo justo
en el centro entre los dos hombres. Ur hizo lo mismo. Cogió su petardo y lo
lanzó al centro pero más cerca suya que del Desertor.
Lentamente
cada uno se dirigió al objeto que con más ansias quería. Cuando Ven cogió el
petardo corrió hacia donde se situaba Ur que desprevenido aún estaba recogiendo
el antídoto pero Ur pudo oír el ruido de las botas del asesino cuando se impulsó
con sus pies para saltar y en el propio vuelo Ven sacó las cuchillas de debajo
de las largas y amplias mangas de su ropa apuntando al cuerpo de Ur.
El golpe
sería letal sino fuera por la armadura que le cubría el pecho y espalda al
igual que tronco. El golpe fue seco y brutal y Ur lo descargó con toda su
fuerza y utilizando su posición agachada para girarse sobre si mismo y golpear
al asesino aún en el aire con el mandoble. Desafortunadamente, todo ocurrió tan
rápido que Ur le dio con la parte plana del mandoble y solo consiguió hacer
despedir al asesino unos catorce metros de distancia. Ven, que no se esperaba
tal reacción, palpó su herida y tomó una decisión.
Se dirigió
cojeando a una colina de arena alta donde pudo divisar que Ur iba contra él
lentamente, ya que la tormenta no le permitía correr y el denso y resbaladizo
suelo arenoso no le permitía avanzar más rápido.
Ur observó
la silueta del asesino levantando el brazo izquierdo. Unos instantes después de
su brazo salió una luz amarilla que estalló en el cielo creando una bola de un
brillante amarillo. El cazador llamó a gritos a sus compañeros que dudaron al
salir junto a Ur. El primero en salir fue Hipo pero estaban demasiado lejos por
lo que tardarían en llegar junto a su compañero.
- No Ur.
No. Esta vez vas a perder, pero no solo tú sino todos. Todo el mundo va a
sucumbir. Esta arma legendaria al igual que la armadura posee la bendición de
un poderoso sacerdote que Thar y tú conocéis a la perfección. Con ella liberaré
a una de las Siluetas y este mundo podrá ver la luz… para siempre – dijo con
entonación pensativa el Desertor.
- Dudaba
que creyeras en leyendas, además, esas Siluetas son solo un cuento de niños -
dijo Ur con intención de entretenerle y demostrando su punto de vista racional
y científico.
- Jejeje puede
que tu no Ur pero yo si. He conocido a un historiador en Men-Shom que durante
muchos años estudió los textos y pergaminos de la creación y ha descubierto una
relación con las Siluetas. Ahora yo también la conozco y por ello debo
conseguirla…
Ven se
calló cuando vio que llegaba Hipo al lado de Ur
- Toma Hipo,
dale esto a Thar – le ordenó Ur al joven.
- ¿Qué? –
preguntó el joven dudoso.
- ¡Rápido!
– gritó Ur.
El joven
agarró el antídoto y corrió hacia donde le indicaba Ur.
Hipo se
asustó formidablemente a ver a Thar casi cubierto de arena y con aspecto de no
estar vivo. Se tiró de rodillas junto a su amigo y le hizo beber el antídoto,
milagrosamente, desde la boca; poco a poco por la cara le volvió el color
habitual yendo por el cuello hasta los pies.
El Titán empezó
a toser incontrolablemente y durante unos segundos no paró hasta que con una
fuerza recuperada sacó su brazo derecho de la arena levantando bruscamente una
pequeña montaña de arenisca después se apoyó en ese mismo brazo para intentar
salir con la ayuda de Hipo. El resto del grupo llegó junto a Ur uno a uno
desenvainaron sus armas comprendiendo la situación.
-
Tranquilos. No nos volveremos a ver durante mucho tiempo – dijo Ven riendo.
Ven guardó
sus armas y levantó su brazo derecho. El grupo se preparó para cualquier cosa,
el líder del equipo no comprendía que plan tenía en mente ahora pero con un
brusco ruido y una brutal sacudida de las cadenas del Gunghjar empezaron a
romper las dunas de las arenas. Algunas por la derecha de Ur otras le pasaban
casi rozando y otras chocaban contra el suelo a escasos metros de él. Como Ven
tenia planeado se agarró a una de las cadenas. El grupo vio como Ven se alejaba
con su odiosa risa zumbando en la lejanía del desierto en unos segundos ya no
se pudo ver nada del asesino y Ur comprendió que estaban en el desierto. En
pleno centro del desierto solos y sin salida.
Ur corrió
junto a Hipo y ayudó a avanzar a Thar. La ausencia de armadura y solo unos
pantalones dejando al descubierto su espalda y torso solo proporcionaba que sus
heridas se infectasen con mayor rapidez.
Todos
juntos hicieron un círculo y con instrucciones de Ur emprendieron la vuelta a
casa. Un camino largo ya que Men-Shomn era una península y ellos. Estaban en
una isla.